BUSCANDO A MAMÁ Y A PAPÁ
ALBA LUCIA CASTRO, psicóloga, junio 14 de 2013
Por impulso natural nuestra
eterna búsqueda como seres humanos es poder sentir bienestar, razón por la cual
desde el momento en que somos engendrados, todo lo que hacemos tiene como
objetivo lograr el equilibrio interno y la armonía con el entorno.
Nuestra primera relación con el
mundo es con quien nos tiene en su vientre. La conexión inicial es a través de
los impulsos energéticos, así sentimos susto, angustia o la alegría que siente
ella. Luego en la medida en que se va desarrollando el feto, los sonidos de su
voz el latido del corazón, los sonidos del ambiente, la voz varonil del padre
van dándonos pautas de bienestar o malestar.
Al nacer, encontramos un mundo
espeluznante, el agua tibia cambia por la sensación de las texturas de las
telas y dureza del colchón. Los sonidos son más numerosos, gente viene y va,
pero quien nos atiende nos va indicando como es el mundo y que hay que hacer
para lograr el bienestar y la armonía con el entorno.
El concepto de lo que es una
madre y un padre, un hombre y una mujer, queda en el inconsciente ligada a un
patrón de creencias, formas de analizar, sentir y afrontar las situaciones.
Las formas de relacionarse e
interactuar, de seguir las creencias, tradiciones y costumbres, se aprende
imitando, según lo que vive en primera en su hogar, luego en la escuela, el
barrio y comunidades que frecuentamos.
En las relaciones de pareja
influye toda esa historia de aprendizajes. De manera inconsciente se puede
sentir atracción por personas que se parecen al papá o a la mamá y muchos
buscan conscientemente una pareja que han “idealizado” con base en lo vivido sin
pensar si realmente alcanzarán el bienestar anhelado.
El machismo, que inició en los 50
y aún perdura, es una muestra. Los hombres “meros machos” buscan mujeres
sumisas y manipulables, para sentir bienestar al controlarlas como objetos de
su propiedad. Las mujeres buscan hombres que las manejen y las maltraten, para
no salirse del esquema que han vivido en su hogar y aunque sufren no se atreven
a abandonarlos.
Sin embargo, las personas pueden
tomar consciencia de su sufrimiento, retomar el liderazgo de su vida, romper
los esquemas mentales disfuncionales, reestructurar sus creencias, cambiar sus
malos hábitos en la toma de decisiones y mejorar sus habilidades para afrontar las
situaciones de manera adaptativa, logrando bienestar, equilibrio interno y
armonía con el entorno.
Para evitar el fracaso no
“idealice” a la pareja ni busque en ella a mamá o a papá.
Aprovechen el noviazgo para escucharse,
conocerse y valorar de manera objetiva si sus formas de buscar bienestar,
armonía con el entorno y prosperidad espiritual y material, son racionales y
compatibles entre sí. ¡Exitos!
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