ALBA LUCIA CASTRO, psicóloga, marzo 18 de 2016
Papá y mamá tienen su propia
forma de ser, eso es cierto, pero cuando
en el manejo de la autoridad son opuestos los hijos se sienten a veces
confundidos y terminan rebelándose,
siendo más conflictivos y difíciles de manejar y de educar.
Cuando un padre es demasiado
autoritario, controlador y posesivo, mientras el otro es sumiso, indeciso y de
carácter débil, los hijos sienten que no tienen una guía ecuánime ni apoyo
estable, pues en casa todo se mueve según lo disponga el autoritario y el
sumiso no es capaz de defenderlos, de equilibrar los asuntos en los que el
autoritario se pasa de calidad siendo injusto.
Pero además, sucede un ciclo
negativo con el trascurrir del tiempo, el sumiso al darse cuenta de las
injusticias que sufren los hijos por la soberbia y terquedad del autoritario,
por un lado, sigue siendo más sumiso para evitar problemas y por otro, procura
ser más complaciente con los hijos, incluso a escondidas del autoritario.
Los hijos rechazan al autoritario
porque no escucha, es desconsiderado, poco comprensivo e injusto en muchas de
sus apreciaciones, juzgamientos y obviamente en los castigos. Pero también les
duele y se llenan de ira al ver que el débil le falta carácter, que se comporta
como un hijo más, que obedece al autoritario como borrego, en lugar de ocupar
su lugar como jefe de hogar.
Desde el punto de vista del hijo,
es muy triste tener un par de padres tan desequilibrados, cada uno en un
extremo. Desde el punto de vista del autoritario, cada vez es más autoritario
porque cree que el sumiso no sirve para nada, que es un alcahueta y está
malcriando los hijos; mientras el débil piensa que el autoritario es un
atarbán, insensible que toma decisiones absurdas, injustas y dolorosas para
todos.
El conflicto del manejo de la
autoridad empieza a generar problemas de relación de pareja, los hijos,
entonces sienten que además de que sus padres no son capaces de manejarlos,
tampoco son capaces de sostener un hogar estable, agradable, donde haya
seguridad y verdadero amor, puede que acepten que los papás los amen, pero no
pueden comprender el tipo de amor que les dan, eso les genera ansiedad,
inseguridad y actitudes poco adaptativas.
La solución es que los padres
tienen que prepararse para ser padres, no pueden seguir la escuela de todo lo
que hicieron con ellos, pues el hogar y sus hijos son distintos, viven en
épocas y culturas bien diferentes de cuando los padres eran niños o
adolescentes.
Es necesario que se capaciten,
que aprendan a ser asertivos, a manejar una unidad en la autoridad teniendo
cuenta el desarrollo evolutivo de los hijos, si son hombre, mujer o de la
tercera opción; reconocer que son diferentes y que merecen un trato diferente.
Las normas de convivencia, los
valores y las cualidades no cambian, pero sí cambia la forma de enseñarlos y de
vivenciarlos en casa, Lo primero es el ejemplo: el respeto por las diferencias,
la comprensión, comunicación, capacidad de negociar y concertar y la
responsabilidad de padre y madre entre muchas otras, es la base para que los
hijos sepan a qué atenerse, es que primero hay
que dar y enseñar para luego poder exigir.
No es fácil ser papá y mamá, solo
hay que bajarse al nivel de los hijos, entrar en su mundo, capacitarse, leer,
consultar y no castigar sino reflexionar, comprender y orientar. Es amar con
dulzura pero también con firmeza en los criterios y valores, para lograr los
objetivos educativos que se proponen.
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