viernes, 31 de agosto de 2012

¿CONVIENE SER AMIGO DE LOS HIJOS?


ALBA LUCIA CASTRO SOTO, psicóloga
Algunos argumentan que no es conveniente ser amigo de los hijos porque se pierde autoridad, otros dicen que es mejor porque pueden saber más de sus hijos. Algunos hijos agradecen el apoyo recibido a través de la amistad con los padres, pero otros se confundían entre autoridad y amistad. Analice qué es lo que se debe buscar a través de la relación con su  hijo para tomar su propia decisión.

Los padres deben tener una actitud abierta en la que no cabe juzgar ni criticar a su hijo ni a sus amigos, porque el hijo(a) por temor al rechazo y critica de los padres prefiere guardar en su intimidad y como secreto entre sus amigos asuntos importantes y que los padres deberían saber.

Un hijo espera que sus padres lo escuchen sin juzgarlo sino que comprendan que las cosas que le suceden son propias de su niñez o adolescencia, de la inexperiencia. No espera recriminaciones sino que le ayuden a  él mismo a entender qué es lo que le sucede en su interior, las razones por las que se comporta mal o toma decisiones erradas.

Un hijo drogadicto, alcohólico o pandillero no quiere oír cantaletas sobre lo bruto, irresponsable, ignorante y mal hijo que es. Lo que necesita es un abrazo y las palabras: “hijo yo te amo por que eres mi pedacito de vida, no importa lo que hagas, yo te amo, quiero saber que pasa en tu corazón y en tu mente para que entre los dos podamos encontrar la solución”

Obviamente, el hijo espera que su padre y madre actúen como adultos responsables, con experiencia y conocimiento de la vida, pero no como verdugos ni tampoco como otro adolescente irresponsable, facilista y encubridor.

Esperan que los padres actúen de manera coherente, porque las palabras ofrecen comprensión y apoyo, pero lo que realmente necesita el hijo, son hechos que hagan realidad la oferta, pues basta una sola vez en que los padres sean incoherentes o que no cumplan lo que prometen para que el hijo jamás vuelva a confiar en ellos y entonces, se sienta desamparado, incomprendido, rechazado y con un gran vacío afectivo, por lo que empeora su comportamiento.

La autoridad se gana no se impone. El respeto se gana cuando el padre respeta al hijo, por tanto no lo humilla, confía en él, reconoce sus virtudes y acepta que tiene debilidades, defectos y sobre todo que al padre le falta enseñarle muchas cosas. Cuando el padre motiva a su hijo a hablar y es capaz de escucharlo en atento silencio, respetuosamente, sin criticar ni juzgar le da confianza.

La obediencia se obtiene cuando quien manda es consciente de lo que está haciendo, tiene conocimiento de los hechos, además es estable emocionalmente, es seguro de si mismo, ecuánime, coherente, cuando sabe mandar de manera asertiva y justa. Cuando establece normas estables, compromisos objetivos  y los cumple y exige su cumplimiento.

La confianza se gana cuando el padre es capaz de ver en su hijo lo que exactamente es: un niño o un adolescente sin conocimiento ni experiencia, con inmadurez natural para pensar como sus padres quienes le llevan por lo menos 15 años de ventaja en el recorrido de la vida.

Lo que un hijo espera es un adulto maduro y firme pero comprensivo, alguien que le brinde apoyo amoroso, sereno e incondicional para aprender a manejar sus miedos y emociones negativas; a afrontar la vida con base en criterios rectos y adecuados. En síntesis, espera que sus padres le ayuden pero que no le compliquen la vida y lo hagan sufrir mientras aprende a vivir. 

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